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Reseña de El Hobbit, un viaje inesperado (la película)

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El otro día he ido a ver la película “El Hobbit” al cine con unos amigos. Conozco bastante bien la obra completa de Tolkien, y tenía curiosidad por ver cómo han hecho para estirar un librito en tres partes… En primer lugar, hay que decir que la experiencia de ver una película en el cine siempre es muy superior a ver una película en la tele… Así te gustan hasta las pelis malas… Pero es que “El Hobbit, un viaje inesperado”, no es una peli mala precisamente. Comúnmente esta película no era muy esperada entre los aficionados a la obra de Tolkien. Y cuando digo que no era muy esperada, digo que era mucho menos esperada que las pelis de “El Señor de los Anillos”. El motivo es muy sencillo: la obra de El Señor de los Anillos es muy superior a su especie de “precuela” de El Hobbit. Cualquiera que halla leído estos dos libros estará plenamente de acuerdo (paso de opiniones infundadas, que son las únicas que se atreven a situar al Hobbit cerca o por encima de El Señor de los Anillos). El Señor… es muy superior en todos los aspectos: es más larga, tiene mucho mejor estilo, tiene personajes más carismáticas, es una obra más madura, que le sirvió a Tolkien para ir cogiendo pericia al escribir novela, y así poder escribir esa opus magna que es El Señor de los Anillos. Y hablamos de libros. Entones, ¿cómo es posible que la película de El Hobbit me parezca mejor que cualquiera de las tres películas de la adaptación de Jackson de El Señor de los Anillos? En este artículo hacemos la reseña de El Hobbit, un viaje inesperado (la película).

Planteamiento de El Hobbit, un viaje inesperado

La película de El Hobbit, un viaje inesperado, empieza dejando clara sus intenciones de conectar la obra de El Hobbit con las adaptaciones de la historia de la “guerra del anillo” que todos hemos visto ya. En las primeras escenas salen Frodo hablando con Bilbo, y un poco Bilbo, de forma retrospectiva, empezará a recordar sus antiguas aventuras, cuando los enanos le ofrecieron ir con ellos para ayudarlos a recuperar Erebor, aventuras en las que Bilbo terminaría encontrando el “anillo único”.Reseña de El Hobbit un viaje inesperado Esta historia había salido ya contada muy brevemente en el prólogo de las pelúclas de El Señor…, donde cuenta toda la historia del anillo, de su pérdida por parte de Isildur, de su llegada a Gollum, su posterior apropiación por pare de Bilbo como mero accidente dentro de la misión de recuperar Erebor, la ciudad enana perdida en las fauces del poderoso dragón Smaug.

En las siguientes escenas de la película, nos mostrarán una retrospectiva épica en donde se cuenta la pérdida sufrida por parte de los Enanos. Pérdida que aún atormenta a estos hasta el punto de preparar una misión en la que estarán dispuestos a entregar hasta sus vidas para recuperar “la montaña solitaria”, antiguo hogar de los enanos. Esta retrospectiva épica es de por sí de lo mejor que he visto en la historia del cine: esa épica desnuda, ese referente al mundo mitológico germánico, esos paisajes metafísicos sobre los que se reflejan los ideales y los valores transmitidos por la obra de Tolkien, avanzadilla de la recuperación de la mitología germánica adaptada a la modernidad. Los enanos como símbolos del guerrero fornido, con un cuerpo casi esculpido para la batalla más brutal, y para la guerra perpetua, y para la propagación de estirpes que se hicieron sagradas en el fragor de la batalla, reflejándose en esta alegórica imagen que el propio resultado actual de la humanidad ha sido forjado en la guerra evolutiva de luchar contra miles demonios, de luchar contra al amenaza constante de la muerte, guerra que terminó forjando la humanidad actual, en la que sólo los más grandes guerreros de los tiempos lograron dejar su esencia y sus genes.

Precisamente el mayor mal que tenía el librito de “El Hobbit” era su sencillez argumental, como yo digo, el argumento de El Hobbit consiste en “ir a matar a un dragón”. Pero precisamente Jackson aprovecha esta sencillez argumental para centrarse en lo más básico: la amistad, el valor, la ambición, el honor, las ansias de venganza, la diversión, los placeres de la vida, y los miedos más sencillos, miedo a los monstruos, miedo a los peligros del camino, miedo a la muerte en la batalla. Precisamente el no tener que hacer los esfuerzos arguméntales que tuvieron que hacer en la película de “El Señor de los Anillos”, hace que quedemos cara a cara con la acción, con unos personajes carismáticos, con un mundo que muestra un nivel visual como pocas veces ha alcanzado la historia del cine. Sentimos que nosotros mismos viajamos con la compañía de los enanos, internándonos en sendas muy profundas y oscuras. Con gran maestría, convierten el gran fallo de El Hobbit en una gran virtud. Y además…

El sueño de Tolkien

Tolkien era tan gran novelista porque él nunca quiso ser novelista… El quiso ser político, filósofo, filólogo, mitólogo, reformador cultural, reformador religioso, reformador artístico, estudioso de idiomas,… Una alumna suya le convenció para que probase suerte en la novela. Pero la ambición de Tolkien nunca fue ser novelista. De hecho, todos los grandes novelistas que conozco, todos sin excepción, eran especialistas en otras muchas cosas mucho antes de en ser “escritores”. Desde Víctor Hugo, como reformador social y filósofo; hasta Kafka, que era abogado y pretendía criticar en sus obras el absurdo modelo de jurisprudencia que dominaba su época (y que domina esta, con sus injustitas y sus arbitrariedades). Por eso, si alguien me preguntase qué tiene que hacer para ser un gran escritor… le contestaría que tiene que haber deseado ser muchas otras cosas antes.

Y para Tolkien todo el mundo de El Señor de los Anillos tenía gran importancia: él pretendía reformar la sociedad, pretendía crear una sociedad más ecológica, más en sintonía con la naturaleza, y con los antiguos dioses ancestrales, pretendía refinar la sensibilidad humana para dar lugar a una humanidad más cercana, menos egoísta, comprometida con esos sencillos valores que él refleja en su obra. Pero Tolkien era también un patriota, un nacionalista inglés más de izquierdas que de derechas. Y por eso quería unir al Reino Unido con una mitología propia, considerando a la Tierra Media como una especie de Inglaterra antigua. Por eso para Tolkien lo de menos de su obra era que fuese entretenida o que cautivase: él quería hacer patria, una patria nueva, con nuevos dioses, con nuevos valores, con un nuevo modelo de identificación nacional para Inglaterra-Reino Unido, que recuperase un poco una antigua esencia pagana fusionada con elementos cristianos. Todo esto siempre tuvo un gran problema: era casi una regresión en cuanto a la ñoñería y mojigatería de los valores de Tolkien. Valores que en su día fueron conservadores, pero la obra de Tolkien terminó siendo uno de los elementos más característicos de la contracultura, dándose la ironía que aunque Tolkien fuese conservador en su vida, su obra ha servido para alimentar la contracultura de occidente muy ligada a la lucha izquierdista y a los derechos de los trabajadores (los comunistas decían que los Enanos eran trabajadores sobreexplotados que se habían revelado con el hacha en la mano contra la tiranía del patrón).

La adaptación de el libro de El Hobbit

Y así, la obra del corazón de Tolkien no fue El Señor de los Anillos: fue El Silmarilion, que cuenta más de 30.000 años de historia, y recopila toda la mitología que Tolkien pretendía llamar inglesa. También escribió El señor de los anillos, escribió el Hobbit,… E intentó escribir la continuación de El Señor de los Anillos y de El Hobbit, que iba a ser una novela equiparable a la primera mencionada y se iba a llamar “Una Nueva Sombra”. Pero Tolkien desistió del proyecto por motivos muy interesantes, pero que no puedo tratar en este artículo que ya se me va de madre. A cambio, intentó otra cosa. Adaptar El Hobbit para que fuese una novela a la altura de El Señor de los Anillos y no poco más que un cuento infantil. Tolkien también tuvo que desistir de esta misión, entre otras cosas, porque las editoriales no querían que tocase un libro ya de culto como El Hobbit. Pero Jackson ha intentado terminar lo que no le dejaron hacer a Tolkien…

Y eso nos encontraremos en esta primera película de la nueva trilogía de Peter Jackson: un intento de hacer de un librito infantil algo a la altura de El Señor de los Anillos. Para ello, Jackson usará el truco que ya pretendió usar Tolkien en su frustrado proyecto: hacer de El Hobbit una especie de viaje entre las tinieblas que ya se acercan, tinieblas que son traídas por el re-descubrimiento de el anillo único. Radagast lo dice:

“el Bosque Verde está enfermo. Y ahora ya no lo llaman el Bosque Verde, si no el Bosque Negro”.

De esta forma, entre paisajes insólitos, situaciones divertidas, personajes carismáticos, un guión muy bueno, diálogos muy teatrales pero super-divertidos, un fondo puesto por el telón de la futura “guerra del anillo”, consiguen convertir a esta primera película de El Hobbit, en toda una superproducción. Sí, es cierto, le falta más profundidad. Pero lo compensa por la grandeza de las “pequeñas cosas” por las que luchan los protagonistas.


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